¿Con cual debo quedarme? Le susurré. “Con la que más te agr
En ese instante, su voz me aplastó el pecho, y ni las lagrimas me salieron esa noche. Había apagado el hilo de luz que le quedaba, el predictivo yo sentía necesario que deje de iluminar los agujeros. Fui su eutanasia. ¿Habría cedido? La fuerza del mensaje aún vibraba sobre mis costillas rotas. ¿Habría llorado? Por 20 minutos, el silencio de los "en línea" enfrentados fue la mi selva.
No había salida, pero lo intentaste. La mano del ahogado apagó la luz. Decidimos dormir, olvidar el fuego, al menos hasta la mañana, devotos de creer y confiar en despertarnos con una sola luz: con la que más te agrede.